Prevención ante comportamientos agresivos en personas mayores

La agresividad en ancianos es un problema al que muchas familias o profesionales de enfermeria tienen que enfrentarse de forma cotidiana. Sus causas pueden ser muy variadas, tanto como las estrategias para afrontar esta situación de forma eficiente, y es que la conducta agresiva en ancianos es en muchas ocasiones un grito que pide ayuda al entorno.

Qué provoca el aumento de agresividad en los ancianos

Una persona que a lo largo de su vida no ha mostrado signos de agresividad en ningún sentido y que sí lo hace al llegar a la vejez suele estar enmascarando un problema. Es por ello que el consejo de cualquier profesional a la hora de determinar la estrategia de actuación pasa sin ninguna duda por determinar las causas del problema.

En términos generales, lo más cotidiano es que los ancianos se encuentren con problemas como la desorientación, la pérdida de autonomía, el rechazo al cambio e incluso con una desconexión de la vida real de todos aquellos que los rodean.

Esta serie de circunstancias suelen darse en mayor o menor medida entre los ancianos, por lo que es bastante posible que el origen de la agresividad se encuentre en alguna de ellas o en varias al mismo tiempo.

Teniendo esto en cuenta, la respuesta al problema no debe pasar nunca por achacar a un cambio de comportamiento egoísta la nueva situación. Al contrario, se deben tomar algunas medidas mucho más eficaces.

Estrategias para reducir la agresividad en ancianos

Uno de los mejores métodos de evitar este tipo de comportamientos es consiguiendo que la persona se sienta lo más ocupada posible. Como se dijo antes, la sensación de inutilidad puede desembocar en este tipo de conductas. Actividades, cursos e incluso responsabilidades dentro de las posibilidades de la persona son buenos mecanismos para que la mente se mantenga activa evitando la sensación de desocupación que tantos problemas puede causar.

Asimismo, la persona mayor que demuestre tendencias agresivas no debe sentir en ningún momento que es más frágil que en épocas pasadas. Esto depende en buena medida del entorno familiar. Las personas allegadas tienen que hacerle comprender que sigue siendo una parte importante de sus vidas incluyéndole en actividades de todo tipo y haciendo resaltar sus aportaciones.

Razonar con la persona mayor que empiece a mostrarse agresiva no siempre es lo mejor. Es cierto que el diálogo es tan necesario como eficaz en muchas situaciones. Sin embargo, si el problema procede de fuentes emocionales y no de situaciones concretas, los razonamientos servirán de muy poco. Es decir, si el miedo, la depresión o la tristeza son los motivos desencadenantes de la agresividad, una discusión con argumentos poco podrá hacer.

Por el contrario, las muestras de afecto continuas y el incorporar al anciano a la vida cotidiana compartiendo sus temores, preocupaciones y molestias sí que resultarán de lo más convenientes para alejar el fantasma de la agresividad.

Con todo, puede que contar con un profesional sea la solución perfecta, especialmente para compaginar un cuidado que puede llegar a ser complejo para todas las partes.

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